18 de febrero de 2006

Liberalismo de John Gray

Presento aquí al completo la introducción al libro de John Gray Liberalismo, publicado por Alianza Editorial.

Introducción: La unidad de la tradición liberal

A pesar de que los historiadores han descubierto elementos de la perspectiva liberal en el mundo antiguo, y más particularmente en la Grecia y la Roma clásicas, estos elementos, más que componentes del movimiento liberal moderno, son parte de la prehistoria del liberalismo. Como corriente política y tradición intelectual, como un movimiento identificable en la teoría y la práctica, el liberalismo no es anterior al siglo XVII. De hecho, el epíteto “liberal” aplicado a un movimiento político no se usa por primera vez hasta el siglo “XIX”, cuando en 1812 lo adopta el partido español de los “liberales”. Antes de esta fecha, el sistema de pensamiento del liberalismo clásico surgido, ante todo, en el periodo de la Ilustración escocesa, cuando Adam Smith se refirió al “plan liberal de igualdad, libertad y justicia”, pero el término “liberal” seguía funcionando básicamente como un derivado de liberalidad, la virtud clásica de humanidad, generosidad y apertura de mente. En consecuencia, para una comprensión correcta de liberalismo es esencial un discernimiento claro de su historicidad, de sus orígenes en circunstancias políticas y culturales definidas y de sus antecedentes en el contexto del individualismo europeo en el período moderno temprano. La razón de ello es que, si bien el liberalismo no tiene una esencia o naturaliza única y permanente, sí presenta una serie de rasgos distintivos que dan prueba de su modernidad y, al mismo tiempo, lo diferencian de otras tradiciones intelectuales modernas y de sus movimientos políticos asociados. Todos estos rasgos no son sólo plenamente inteligibles en la perspectiva histórica que proporcionan las diversas crisis de la modernidad: la disolución del orden feudal en Europa en los siglos XVI y XVII, los acontecimientos en torno de las revoluciones francesa y norteamericana en la última década del siglo XVIII, el surgimiento de los movimientos socialistas y democráticos durante la segunda mitad del siglo XIX y el eclipse de la sociedad liberal por los gobiernos totalitarios de nuestros tiempos. De esta manera, los rasgos distintivos que marcaron en sus principios la concepción liberal del hombre y la sociedad en la Inglaterra del siglo XVII se han visto alterados y readaptados –pero no hasta el punto de hacerse irreconocibles –, a medida que las sociedades individualistas que dieron vida a las ideas liberales se han ido enfrentando a diversos y renovados retos.

Existe una concepción definida del hombre y la sociedad, moderna en su carácter, que es común a todas las variantes de la tradición liberal. ¿Cuáles son los elementos de esta concepción? Es individualista en cuanto que afirma la primacía moral de la persona frente a las exigencias de cualquier colectividad social; es igualitaria porque confiere a todos los hombres el mismo estatus moral y niega la aplicabilidad, dentro de un orden político o legal, de diferencias en el valor moral entre los seres humanos; es universalista, ya que afirma la unidad moral de la especia humana y concede una importancia secundaria a las asociaciones históricas específicas y a las formas culturales; y es meliorista, por su creencia en la corregibilidad y las posibilidades de mejoramiento de cualquier institución social y acuerdo político. Es esta concepción del hombre y la sociedad la que da al liberalismo una identidad definida que trasciende su vasta variedad interna y complejidad. Sin duda, esta concepción liberal tiene fuentes distintas, e incluso contrapuestas, en la cultura europea, y se ha materializado en diversas formas históricas concretas. Debe algo al estoicismo y al cristianismo, se ha inspirado en el escepticismo y en una certeza fideísta de revelación divina, y ha exaltado el poder de la razón aun cuando, en otros contextos, haya buscado apagar las exigencias de la misma. La tradición liberal ha buscado validación o justificación en muy diversas filosofías. Las afirmaciones políticas y morales liberales se han fundamentado en teorías de los derechos naturales del hombre con la misma frecuencia con la que han sido defendidas invocando alguna teoría utilitaria de la conducta, y han buscado el apoyo tanto de la ciencia como de la religión. Por último, al igual que cualquiera otra corriente de opinión, el liberalismo ha adquirido un sabor diferente en cada una de las diversas culturas nacionales en las que ha tenido una vida duradera. A lo largo de su historia, el liberalismo francés ha sido notablemente diferente del liberalismo en Inglaterra; el liberalismo alemán se ha enfrentado siempre con problemas singulares, y el liberalismo norteamericano, aunque en deuda con las formas de pensamiento y prácticas inglesas y francesas, muy pronto adquirió rasgos propios por completo nuevos. En ocasiones, el historiador de ideas y movimientos quizá tenga la impresión de que no existe un solo liberalismo, sino muchos, vinculados entre sí sólo por un lejano aire de familia.

No obstante la rica diversidad que el liberalismo ofrece a la investigación histórica, sería un error suponer que las múltiples variedades de liberalismo no pueden ser entendidas como variantes de un reducido conjunto de temas precisos. El liberalismo constituye una tradición única no dos o más tradiciones ni un síndrome difuso de ideas, justamente en virtud de los cuatro elementos antes mencionados que integran la concepción liberal del hombre y de la sociedad. Estos elementos ha sido perfeccionados y redefinidos, sus relaciones se han visto reordenados, y a su contenido se ha enriquecido en las diversas fases de la historia de la tradición liberal y en una amplia variedad de contextos culturales y nacionales en los que con frecuencia han recibido una interpretación muy específicas. Pese a su variabilidad histórica, el liberalismo sigue siendo una perspectiva integral, cuyos componentes principales no son difíciles de especificar, más que una débil asociación de movimientos y perspectivas entre las cuales puedan detectarse algunos parecidos de familia. Únicamente así resulta posible identificar a John Locke y Emmanuel Kant, John Stuart Mill y Herbert Spencer, J. M Keynes y F. A. Hayek, y John Ralws y Robert Nozick como representantes de ramas separadas de un mismo linaje. El carácter del liberalismo como una tradición única, su identidad como una concepción persistente, aunque variable, del hombre y la sociedad son válidos aun cuando, como se sugerirá más adelante, el liberalismo haya estado sujeto a una importante ruptura, cuando en los escritos de John Stuart Mill el liberalismo clásico abrió las puertas al liberalismo moderno o revisionista de nuestros días.

Extracto el libro John Gray (1986): Liberalismo. Alianza Editorial. Madrid.

www.alianzaeditorial.es/

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